martes, 16 de marzo de 2010

El indio que no cumplia su palabra

Al comienzo del mundo, cuando aún no había mucha gente, el Gran Espíritu podía acercarse a cada indio y darle lo que necesitaba.

Pero cuando sobre la tierra ya había mucha gente y no podía escuchar a todos, coloco en en la tierra de los “oglales” una roca en forma de hombre y les dijo:


- Hay indios por toda la tierra, así es que yo tengo que viajar por todo el mundo. Si alguno de vosotros necesita ayuda que venga aquí y le pida a la roca. Esta roca tiene el poder de comunicarse conmigo.
Entonces, los oglala se acostumbraron a hablar con aquella roca y cuando escaseaban los bisontes o había mucha sequía, le pedían ayuda y la roca resolvía sus problemas.

Había un indio llamado Raya Quebrada a quien no le gustaba cazar y vivía muy pobremente. Un día que no tenía nada para comer se acercó a la roca y le pidió:
- Sé que eres tan poderosa como el Gran Espíritu, ya ves que soy pobre y desgraciado. ¿Me podrías ayudar?

La roca contestó:
- Desde que te conozco no te he visto cazar nunca.
- Es que tengo un arco muy malo, mi lanza no tiene punta y he perdido mi hacha-contestó Raya Quebrada-. Y además, mis piernas son débiles y no puedo correr detrás de los ciervos.
- ¿Y por qué no vas a pescar? -preguntó la roca.
- La última vez que fui a atrapar un pez se me escapó y se llevó el arpón. Un perro se ha comido mis anzuelos de hueso y las hormigas se han instalado en mis redes.

- ¿Qué quieres, pues? - Dijo la roca.
- Quisiera un ciervo, pequeñito, pequeñito. A cambio yo te taparía con mi manta de piel de bisonte. En invierno las noches refrescan y debes tener frío.

La roca le dijo que se guardara la manta, que él trataría de concederle su deseo.
- No, no, yo quiero regalártela-dijo Raya Quebrada-. Es seguro que tú necesitas más que yo.

El indio tapó la roca con su manta llena de agujeros y se marchó.
Cuando el indio volvía hacia su tienda tropezó con un cervatillo muerto. Lo cogió, le quitó la piel y lo puso al fuego a cocer.

Mientras el ciervo se asaba al fuego, comenzó a hacer mucho frío y Raya Quebrada pensó: "¿Por qué le habré dado mi manta en una roca? Me parece que he hecho una estupidez. Una roca tapada y yo pasando frío!" .



Dejando el ciervo tostándose al fuego, el indio fue hasta la roca y le cogió la manta y se la puso sobre los hombros. Se marchó hacia su “tipi”, comió parte del Cervatillo y se fue a dormir.
Al cabo de unos días volvió a tener hambre y pensó: "Volveré a la roca y le pediré que me dé comida."
- Tengo hambre, mucha hambre. ¿Podrías darme un poco de carne? -dijo el indio.
La roca le respondió:
- ¿Qué has hecho con el cervatillo que te di?
- Era un animalito muy pequeño y me ha durado muy poco tiempo
-¿Todavía no has arreglado tus utensilios de caza? -dijo la roca.

- La cuerda de mi arco se ha estropeado. Necesito piel de bisonte para hacerme una. Si me proporcionas un bisonte tendrás mi agradecimiento.
La roca parecía dudar y el indio le dijo:
- Toma mi manta. Pronto lloverá y con ella estarás cubierta.
El indio volvió hacia su tienda y al llegar se tropezó con un bisonte. Raya Quebrada arrancó la piel al bisonte, la puso a secar ya continuación puso la carne a cocer. Pero el indio había tomado muy poca leña y el fuego no era suficiente para cocer un animal tan grande.
Al poco rato empezó a llover ya hacer un tiempo muy frío. Mojado hasta los huesos el indio dijo:

- Que estúpido que he estado en dar mi manta en la roca. La roca puede aguantar el mal tiempo sin ningún peligro, mientras ¡yo puedo morir de frío!
Con este pensamiento, el indio fue a la roca y le tomó la manta. Después cogió el camino de vuelta con la manta a los hombros. Al llegar a su tipi vio que el bisonte había desaparecido, al fuego sólo quedaba un poco de leña y al ambiente un agradable aroma de bisonte cocido.
Raya Quebrada comprendió que la roca le había castigado por no haber cumplido su palabra.
El indio volvió ante la roca y pidió y pidió que le ayudara. La roca no le hizo caso y no hizo aparecer más comida. Entonces Raya Quebrada adelgazó mucho.
Desde aquel día, Raya quebrada y los indios “oglala” han aprendido que para merecer los favores del Gran Espíritu, hay que ganárselos con el esfuerzo personal y sino es mejor no pedir nada y que, si por casualidad les regala algo, se lo agradecen.

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