viernes, 3 de diciembre de 2010

cuento

Bueno y el cuento es cuestión es de Jorge Bucay, de aquellos que te hacen pensar


La verdad es que lo tengo un poco olvidado este blog.
Era el trabajo obligatorio de una asignatura que ya me saqué el curso pasado.







Pero hoy, mirando el blog de una compañera que se lo curra mucho, encontre este cuento. Y pensé: - ¿Porque no? Voy a colgarlo-. Gracias Laura, por descubrimelo y recordarme la existencia de mi blog. Que memoria la mia :)

sábado, 10 de julio de 2010

miércoles, 7 de julio de 2010

Más vale astucia que fuerza


En el mundo de los animales casi siempre impera «la ley del más fuerte». Y en el nuestro, ¿crees que es igual?

En una selva lejana se instaló un tigre con ganas de armarla. Aparte de ser enorme, este felino mataba y engullía sin piedad varias piezas diarias poniendo en peligro el equilibrio de la jungla.

El resto de los animales, alarmados y entristecidos, decidieron entregarle cada día al gran sanguinario a un miembro de una familia, empezando por los más mayores. Y así lo hicieron hasta que les tocó el turno a los zorros. Y cuando el abuelo zorro estaba a punto de marcharse para ser sacrificado, su nieto dijo que él mismo ocuparía su lugar.

El pequeño zorro se plantó sin miedo delante del tigre y comenzó a reírse compulsivamente. El gran felino, desconcertado, le preguntó por qué se reía, y el pequeño le dijo que otro tigre le estaba quitando buenos bocados. El tigre, enfurecido, le dijo que le llevase ante tan terrible rival. Se pusieron en camino y muy pronto llegaron a un profundo pozo. El zorrito le dijo al tigre que su colega vivía allí dentro. El felino se asomó al pozo y al ver su reflejo en el agua, con una expresión tan feroz, no se reconoció y pensó que era el otro tigre. Y entonces,... se tiró de cabeza a las oscuras aguas para luchar a muerte con su reflejo.

No siempre gana la fuerza: la inteligencia puede ser una alternativa interesante para triunfar. ¡Hagamos músculos mentales!

lunes, 28 de junio de 2010

Tanabata


Quieres saber cómo se creó la Vía Láctea? Pues aquí tienes una leyenda que explicaban los antiguos japoneses para explicar la creación de esa Galaxia.

Había una vez un joven labrador. Un día, cuando estaba caminando hacia su casa se encontró una tela colgada en un árbol. ¡Era una tela maravillosa! La más bonita que el joven había visto en su vida. Así, pensando que alguien la había tirado allí cogió la tela y se la metió en su cesto. Había acabado de poner la tela en en el cesto, cuando alguien le llamó, y al girarse se sorprendió mucho al ver aparecer a una mujer muy hermosa que le dijo: "Me llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi 'hagoromo'."

El joven le preguntó: "¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?"

Ella le dijo: "El hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero sin mi hagoromo no podré regresar. Por eso le pido que me la devuelva."
El joven avergonzado no pudo decir que él la había ocultado y le dijo que no sabía nada de esa tela.

Así, como no tenía el hagoromo Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo más remedio que quedarse en la tierra. Sin embargo, al cabo de un tiempo ella y el joven labrador se enamoraron y se casaron.

Al cabo de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa, encontró el hagoromo, y entonces le dijo a su marido que tenía que regresar al cielo, pero también le dijo que había una manera de estar juntos. Si hacía mil pares de sandalias de paja y las enterraba en torno a un bambú podría subir al cielo. Tanabata le estaría esperando.

El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las sandalias de paja. Cuando había hecho 999 estaba tan impaciente fue a enterrarlas al lado de un bambú. En ese momento el bambú se alargó muy alto hasta el cielo.
El joven labrador subió por el bambú hasta el cielo, pero le faltaba sólo un poco para llegar. Era el par de sandalias que no había hecho, pero empezó a llamar a Tanabata. Y ésta le ayudó a subir.

Su felicidad no duró mucho porque en ese momento apareció el padre de Tanabata, al que no le había gustado que ella se casara con un simple mortal. El padre pidió al joven labrador que cuidara durante tres días sus tierras.
"Entendido.", respondió el joven.

Tanabata le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo malo.
El joven se puso a cuidar las tierras. Pero la mañana del tercer día ya no podía aguantar la sed y sus manos se fueron hacia la fruta. En ese momento, del melocotón que había tocado empezó salir mucha agua convirtiéndose en el río el "Amanogawa"
El joven y Tanabata quedaron separados por Amanogawa y ambos se convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír. Desde entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo un día al año, el siete de julio.

domingo, 27 de junio de 2010

Gallo y gallina

Un gallo y una gallina salieron un día a coger nueces. Al gallo se le quedaron
atascadas dos nueces en la garganta, así que corría el riesgo de ahogarse.

La gallina corrió hacia una fuente y dijo:
— ¡Querida fuente, dame agua! El agua es para el gallo, que se está ahogando.
La fuente contestó:
—Vete al tilo y tráeme hojas

La gallina corrió hacia el tilo y dijo:
— ¡Querido tilo, dame hojas! Las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará
agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.
Pero el tilo respondió:
—Ve a la doncella y tráeme una cinta.

Entonces la gallina corrió hacia la doncella y le dijo:
—Querida doncella, dame una cinta! La cinta se la daré al tilo, el tilo me dará hojas,las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.
Pero la doncella dijo:
—Ve al zapatero y tráeme unos zapatos.

Entonces la gallina corrió hacia el zapatero y le dijo:
—Querido zapatero, dame unos zapatos! Los zapatos se los daré a la doncella, la
doncella me dará una cinta, la cinta se la daré al tilo, el tilo me dará hojas, las
hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo,
que se está ahogando.
—Ve a la puerca y tráeme unas cerdas —dijo el zapatero.

La gallina corrió hacia allí y dijo:
—Querida puerca, dame unas cerdas! Las cerdas se las daré al zapatero, el
zapatero me dará unos zapatos, los zapatos se los daré a la doncella, la doncella
me dará una cinta, la cinta se la daré al tilo, el tilo me dará hojas, las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.
—Ve al granero y tráeme paja! -dijo la puerca.

Entonces la gallina fue allí y dijo:
—Querido granero, dame paja! La paja se la daré a la puerca, la puerca me dará
unas cerdas, las cerdas se las daré al zapatero, el zapatero me dará unos zapatos,
los zapatos se los daré a la doncella, la doncella me dará una cinta, la cinta se la
daré al tilo, el tilo me dará hojas, las hojas se las daré a la fuente, la fuente me
dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.
—Bueno, ahí tienes algo de paja -dijo el granero.

Y entonces la puerca le dio unas cerdas y el zapatero le dio unos zapatos y la
doncella le dio una cinta y el tilo le dio hojas y la fuente le dio agua.
Pero cuando la gallina llegó donde estaba el gallo, éste ya estaba muerto, así que tuvo que beberse ella toda el agua.

viernes, 25 de junio de 2010

El molino mágico.


Sabor a mar

Los océanos son una masa de agua que cubre gran parte de nuestro planeta. ¿Pero sabes por qué son salados?

Un intrépido capitán de barco recaló en un puerto de las costas noruegas para hacer negocios. Allí un comerciante le vendió unos enormes bloques de sal.

El capitán los cargó en la bodega de su barco y se puso rumbo a nuevos destinos. Por el camino se desató una tormenta que le hizo detenerse en un islote helado. Allí, para asombro de los marineros y del propio capitán, un viejo mago molía enormes bloques de piedra con una extraña máquina, con tan sólo pronunciar: «Muele que te muele».

Toda la tripulación se escondió detrás de unas rocas y esperó a que el mago acabase con su ceremonia para... robarle tan increíble aparato. En plena noche, subieron la máquina al barco y zarparon sin ser vistos. El capitán estaba tan contento que no dejaba de pronunciar las palabras mágicas para que la máquina no dejase de moler los bloques de sal.

Pero después de varias horas la bodega del barco y la cubierta se llenaron de sal, de tal forma que no se cabía. Y por mucho que el capitán inventaba palabras para detener al infernal aparato, éste seguía muele que te muele. Hasta que tuvieron que abandonar el barco y dejar que se hundiese en las profundidades marinas, donde sigue moliendo sal.

No sabemos si esta historia es del todo verdadera. Lo cierto es que es una suerte que el mar sea salado. ¿No te parece?