jueves, 25 de marzo de 2010

El gallo de Barcelos


Tiempo atrás, los habitantes de una villa llamada Barcelos se sobresaltaron porque en su pueblo, normalmente tranquilo, había ocurrido un crimen oprobioso y aún más, porque pese a los esfuerzos de las autoridades, no habían podido localizar al perpetrador.

Un día apareció un forastero en el pueblo y los lugareños no tardaron en sospechar de él, como casi siempre se sospecha de los rostros que nos son desconocidos.

Las autoridades resolvieron aprehenderlo y muy a pesar de sus protestas de inocencia nadie quiso creerle. De poco valió que dijera una y mil veces que era un peregrino de Santiago y que se encaminaba a Compostela a cumplir con su cometido religioso. Pudo más la desconfianza en él y finalmente fue condenado a morir en la horca.

Como último deseo antes de ser ejecutado, solicitó ser llevado de nuevo ante el Juez que lo condenó. Se le concedió su solicitud y cuando fue llevado ante éste el funcionario se encontraba en un banquete, compartiendo con los amigos. El pobre condenado declaró una vez más su inocencia y pronunció las siguientes palabras mientras apuntaba con el dedo hacia un plato donde había un gallo asado listo para ser comido:

"Mi inocencia es tan cierta que os puedo asegurar que este gallo asado se pondrá de pie en su plato y cantará si soy colgado por el cuello sin ser culpable del crimen de que se me acusa."

Todos los presentes se rieron de él. Sin embargo, nadie se atrevió a tocar el platillo donde estaba el gallo asado, mucho menos a comerlo.

Así las cosas, lo que parecía imposible, ocurrió. Cuando el peregrino fue colgado, en el momento mismo en que el verdugo lo hacía pender de la cuerda, allá en el palacio, el gallo asado se puso en pie, batió sus alas y empezó a cantar.

Ante este portento, nadie dudó un solo instante que se había sentenciado a muerte a un hombre inocente. El Juez se apre- suró a detener la ejecución pero al llegar a la plaza el pobre forastero ya pendía de la cuerda. Horrorizado por lo que ha bía hecho el Juez ordenó lo descolgaran y para sorpresa y alegría de todos los de Barcelos, luego de toser varias veces el presunto cadáver se puso de pie y recuperó el resuello. Un nudo o torcedura de la cuerda había impedido que ésta se cerrara totalmente sobre la garganta del sentenciado.

El peregrino de Santiago fue puesto en libertad y así pudo marchar a cumplir con su cometido. Algunos años más tarde el peregrino retornó a Barcelos y ordenó construir de su peculio un monumento en honor de Santiago y de la Santísima Virgen como testimonio de su agradecimiento.

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