lunes, 3 de mayo de 2010

El origen de las montañas

Hoy que parecia que la primavera ya habia llegado, ha vuelto el frio. Les dejó con la leyenda del origen de las montañas, leyenda de origen Inuit.
Los inuit son los que nosotros llamariamos esquimales, originarios de el norte de canada, siberia, alaska.


Hace miles de años, cuando el primer inuit siguió al caribú a nuevas tierras, se encontró con tierras habitadas por dos tipos de personas.

Estaban los pequeños duendes que cabían en la palma de la mano y estaban siempre alegres y cantando.

Y estaban los Tuniqs, unos temibles gigantes que medían cinco veces el tamaño de un inuit.
Los Tuniqs eran violentos guerreros, y les gustaba capturar a los inuit para comerlos.

Sin embargo su inteligencia no era tan desarrollada, y los inuit se las ingeniaban para esquivar sus ataques.

Pero un día, un cazador fue visto por un tuniq, quien comenzó a perseguirlo para devorarlo. Al ver esto, otro hambriento tuniq se suma a la persecución, y aunque el inuit era veloz y mucho más ágil que los gigantes, se vio atrapado por ellos.

Al no tener escapatoria, les pregunta el inuit: "¿Por qué quieren atraparme?" A lo que responden ambos al unísono: "Porque estoy hambriento y quiero comerte". Entonces el inuit, haciendo uso de su astucia, les dice: "Sólo soy un pequeño inuit, ¡mi carne no sería suficiente para alimentar a dos grandes tuniqs! ¿Cuál de los dos me comerá?".

Con esto ambos gigantes quedan estupefactos y comienzan a pelear su derecho sobre el pequeño inuit. "¡Yo lo vi primero!" "¡Gracias a mi lo atrapaste!".

Luego de unos momentos de discusión, el inuit propone que ambos tuniqs luchen entre sí, y se ofrece voluntariamente para saltar dentro de la cacerola del vencedor.

Entonces comienza la lucha más terrible de la historia del hombre, días y noches completas los tuniqs se golpean y se arrojan al suelo. Y con cada golpe y estrellón en el suelo de la tierra, ésta se moldeaba, formando profundos valles, suaves colinas y grandes quebradas.

La pelea no cesó por muchos días, hasta que cayeron agotados con el último gran golpe de sus cuerpos. El inuit, que esperaba pacientemente el final de la lucha, cuando vio a ambos gigantes exhaustos, atravesó sus corazones con flechas y regresó a su poblado.

Miles de años después, cuando ambos gigantes y este astuto inuit habían desaparecido de la faz de la tierra, las montañas y los valles continuaron en su lugar, dando testimonio de la gran lucha de los gigantes.

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